Nombre del tema:
“Que se puede hacer salvo ver películas”
Artista: La Máquina
de hacer Pájaros
Álbum del cual se
extrajo: Películas
Fecha de lanzamiento:
Octubre de 1977
Pequeña reseña
histórica: “Películas” es el segundo y último álbum de estudio de la banda argentina de rock
progresivo La Máquina de Hacer Pájaros, lanzado
en 1977.
Esta banda impresionante, fue la bisagra entre las dos bandas más populares de
Charly García, Sui Generis, y Serú Giran. El disco presenta un avance en cuanto
a lo conceptual pues los temas responden al concepto del cine, de allí el
título "Películas". Además cabe aclarar que muchas de sus letras son
metáforas de los horrores que se empezaban a vivir (ya el título podría verse
como la única posibilidad que tenía un joven en Argentina en esos tiempos) en
la Dictadura Militar en la Argentina desde
el año 1976 hasta
el año 1983.
El dato
autorreferencial: Podría escribir tupido tanto de Charly, como de películas,
pero de sólo pensarlo me empiezo a aburrir. Además lo que se dice anécdota
propia de Charly no tengo (salvo la que conté cuando mandé el tema de King
Crimson) y contar los discos que escuché de él (los tuve todos, me refiero a
los que van desde su debut en 1972 hasta 1990, desde ahí no lo compré más) no
me parece un gran aporte. Y ponerme a hacer una reseña de alguna película
cualquiera me parece un poco forzado.
Como este vinilo lo conocí gracias a un amigo de mi
hermano, que me lo prestó generosamente, cuando yo tendría 18 años, voy a
relatar un par de anécdotas que tienen que ver con vinilos y gente allegada a
mi hermano, al que le sigo llevando un año y medio. A esa edad, y desde mis
diez años, por no decir desde que nací, tuve debilidad por los discos de
vinilo, y literalmente me gastaba el sueldo en ese tesoro. Y así los cuidaba, y
los trataba. Encerrarme en mi habitación y colocar un vinilo en la bandeja era
una ceremonia, que deparaba deleites, descubrimientos y sorpresas de múltiples
calibres. Y no tenía que ver con el valor económico, porque si bien, nunca
fueron baratos, tampoco eran lo inaccesibles que son hoy en día, que
directamente son un lujo asiático.
La primera no llega a ser una historia, es más bien el
relato de un instante. Un instante de pavor. Y se trata de un recuerdo, que
hace escasos días me lo reflotó mi amigo Juán Pablo Wachs, que fue testigo de
ese momento, que, como es evidente, reprimí. Resulta que un amigo de Rainer (mi
brother) respetuosamente pidió permiso para entrar a mi santuario. No me
acuerdo ni como se llamaba, pero era un tipo grandote, grasiento. Empezó a
mirar mi colección de discos, y con toda confianza osó agarrar uno (mentiría si
digo cuál fue, pero todos tenían valor para mí). Y no sólo lo agarró. Comenzó lentamente
a meter sus garfios roñosos entreabriendo el cartón, hasta que nuestras miradas
se encontraron. Hacía calor, el mastodonte sudaba, naturalmente, y yo también
comenzé a transpirar, pero no por el sofocante verano precisamente. Hasta que
el inmenso atrevido, profirió un “tranquilo, no te lo voy a arruinar” Como esto
pasó hace más de treinta años, no recuerdo cómo terminó esta viñeta. Pero la
que voy a contar ahora me la acuerdo de punta a punta. Y fue contemporánea a la
anterior. Mi hermano que era punk tenía una banda a imagen y semejanza de Los
Violadores, y el cantante de ese momento, era un flaquito que le decían “El
Alemán”. Cuando me lo presenta, entran juntos a mi pieza, y se ve que yo estaba
escuchando a los Rolling Stones. Y el caradura me mangueó “Sus majestades
satánicas”, y se lo presté (si bien era y soy cuidadoso, nunca perdí la
generosidad). Pero a este pibe no lo conocía. Pasan las semanas, y Rainer me
comenta que se habían peleado con el cantante y patatín patatero… Pasaron otras
semanas, y cuando quiero escuchar “She´s a rainbow” veo que me falta el álbum
psicodélico de los Stones. Ahí comencé a desesperarme. No podía asimilar la
idea de no contar más con ese discazo, y cada vez que me acordaba de ese estilo
entre cancherito y arrogante, me subía la mostaza. Conseguí el teléfono y el
Alemán nunca atendía, o ponía excusas a través de la madre. Me pudrí. Abrí la
puerta de la habitación de Rainer con fuerza y le espeté: “Pasame la dirección
del Alemán” Me la tuvo que dar. Vivía por la Paternal, así que me tomé el 24, y
en el corto viaje, me iba dando manija. Bajé del bondi, encontré la dirección y
toqué el timbre. -Quién es? -Un amigo de su hijo. Cuando me abrió la mujer, le
dije, -permiso, y me dirigí raudamente a la habitación del ratero, mientras de
fondo escuchaba a la pobre señora diciendo que no estaba su hijo. Mi intuición
no me falló, porque a los pocos segundos encontré la placa, me la puse bajo el
brazo y le dije a la boquiabierta que ya tenía lo mío, le di las gracias, y me
las tomé. Se que no fue el mejor modus operandi, y fue la única vez que lo
hice, pero lo que era mío, lo recuperé.
https://www.youtube.com/watch?v=X5-jaajwAZc
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